Calculadora ayuda decisión compra coche eléctrico o combustión

Juanchoo

Forero Experto
Hola

Os dejo el enlace a la calculadora que RACE ha ideado para ayudar a la toma de decisión de la compra de un coche, eléctrico o de motor de combustión. Deja introducir unos datos de entrada, como el precio del coche (inversión inicial), kms semanales, precio del combustible (gasolina ó diesel), coste del KW/h, consumo (KW o Litros) a los 100 km, ayudas a la compra, impuesto de matriculación, impuesto de circulación, coste mantenimiento anual estimado de uno u otro, gasto de estacionamiento semanal estimado en zona de tickets (si incurrimos en ello) ... Al final nos daría el gasto total de la compra, gasto a los 5 años y 10 años de uso.


Aunque ya sabemos que la compra de un coche es mucho más, sin entrar en temas de gustos, sensaciones, prestaciones ... sí puede darnos una idea aproximada de los costes (teóricos) en los que se va incurriendo a lo largo de los años. Aunque luego la realidad pone (mejora o empeora) los datos en su sitio. Por supuesto no tiene en cuenta cualquier avería o gasto extra en ambos tipos de coche, se supone que no las vas a tener (y que a los 10 años cambiarías de coche), y en el caso del eléctrico no tiene en cuenta la pérdida de autonomía por la degradación de las baterías, ni una posible sustitución prematura de las mismas por fallo en algún módulo, controladora de las celdas o cargador interno que lleva el coche (que estas suelen suponer una pasta considerable si toca). O en el caso del motor de combustión, elementos propios de este tipo de coche (bomba inyectora, embrague, etc).


Saludos
 

Juanchoo

Forero Experto
Consejos o claves para compra de un vehículo eléctrico, híbrido normal, o híbrido enchufable


EL PRECIO IMPORTA, PERO NO ES LO IMPORTANTE

¿Coche eléctrico, híbrido enchufable o híbrido convencional?. Claves para elegir bien.

Muchos usuarios se plantean la compra de un coche electrificado, pero no tienen claro de qué tipo, pues la variedad tecnológica es enorme. Lejos de consejos de 'cuñao', pues no hay fórmula magistral para acertar, conviene reflexionar un poco
La lluvia de información que recibe un potencial comprador de coches es de tal calibre actualmente que, en ocasiones, llega a saturar y a colapsar su capacidad de decisión sobre el vehículo a elegir. Hubo una época, si se nos permite la exageración, en que todo se reducía en nuestro país a elegir entre Citroën, Renault o SEAT, a optar por un vehículo pequeño o por otro un poco más grande, y a decidirse, si acaso, entre dos o tres niveles de equipamiento prácticamente idénticos; pero fue creciendo el número de marcas, lo hizo también la oferta de modelos de cada fabricante y se multiplicaron los tipos de propulsión. En cualquier caso, decidirse entre gasolina y diésel fue, durante largo tiempo, el único motivo de duda.

Nada que ver con la situación actual, pues el mercado ofrece una variedad tecnológica sin parangón. Y aunque eso ya es un primer generador de dudas, se suman otros factores que hace años no existían, y que también motivan muchos interrogantes, como las restricciones a la movilidad que ya existen en las ciudades, y que dependen de la etiqueta ambiental que luzca nuestro parabrisas, o el futuro incierto y cambiante de la legislación en la UE. ¿Y si me compro un coche que luego no puedo usar o que intentaré vender pero ya nadie querrá? De ahí que convenga aclarar algunos puntos, lejos de fórmulas magistrales o consejos de cuñao. Porque ni los eléctricos son "lavadoras con ruedas" o "el coche que deberíamos tener todos para ser ecológicos", ni "los híbridos enchufables gastan mucha gasolina" o "mienten en las homologaciones", ni los híbridos convencionales, o autorrecargables, "te arruinan en los viajes por carretera". Porque todo eso será verdadero o falso en función de tipos de uso, modelos concretos o lo bien o lo mal que se adapte la tecnología elegida a nuestras necesidades. Hacer caso a estas máximas, tan habituales en redes sociales o en los comentarios de los periódicos, sería como no ir al médico y, en su lugar, guiarse por lo recetado a nuestro vecino: lo que a él le funciona podría arruinarnos a nosotros la vida.
El autoanálisis funciona.

Una fórmula que contribuirá al acierto final es tomarse tiempo para elegir bien. Nadie suele decidir qué vivienda habitual comprar o alquilar tras una sola visita y en un día, y al escoger coche deberíamos obrar de la misma forma, pues es la segunda adquisición más importante, al menos por volumen de inversión, que solemos hacer los españoles. Es decir, prisas, las justas. Y durante ese periodo de reflexión deberíamos pasar de vez en cuando por concesionarios, y mejor si son de distintas marcas, para ver qué hay y que el vendedor nos proponga soluciones a nuestras necesidades de movilidad y a nuestra situación personal, en función del dinero que deseamos invertir. Aunque hay de todo, como en botica, un buen profesional nos guiará en la tarea porque, en principio, no quieren clientes descontentos, pues la mayor parte de lo que sacarán de nosotros estará en la posventa, no en la venta. Y si su consejo fue erróneo y nos atormenta, mal comienzo.

Sin embargo, y aunque está bien tomarse tiempo y consultar a varios profesionales, lo mejor para acertar está en el autoanálisis: para qué quiero el coche, dónde lo aparcaré, qué tipo de viajes hago y con qué frecuencia, de cuántos vehículos más dispongo, cómo soy de ordenado o descuidado en relación al automóvil y mi movilidad en general, cómo soy de paciente o de impaciente al desplazarme o al repostar, hasta qué punto soy una persona tecnológica o de hábitos más clásicos... Y cuánto quiero gastar, por supuesto. Pueden parecer preguntas más propias del diván de un psicólogo, pero en muchas ocasiones son las más importantes.

Y también conviene conocer mínimamente las tecnologías disponibles, porque los concesionarios de las principales marcas tienen absolutamente de todo, y bien está que sepamos algo del tema. Por ejemplo, los fabricantes Audi, BMW, Citroën, Ford, Hyundai, Jaguar, Jeep, Kia, Lexus, Mazda, Mercedes-Benz, Mini, Opel, Peugeot, Porsche, Renault, SEAT-Cupra, Skoda, Toyota, Volkswagen y Volvo ya cuentan en su gama con los tres principales tipos de electrificación: eléctricos puros (BEV), híbridos enchufables (PHEV) e híbridos autorrecargables (HEV y MHEV), y en sus tiendas nos hablarán de ellos, de modo que conviene llegar hasta ahí con mínimas nociones sobre lo que buscamos.

¿De cuántos vehículos dispondré?

Hay una primera pregunta clave en ese autoanálisis, y es sobre el número de vehículos del que dispondremos en casa. Porque no es lo mismo comprar un coche cuando ya hay otro u otros en el hogar, que adquirir el que será único vehículo. Porque en ese último caso deberá ser vehículo para todo, mientras que si hay varios coches, a cada uno le podríamos llegar a adjudicar una misión o tipo de uso: el de combustión para viajes y el eléctrico para el uso diario, por ejemplo. Porque siempre será más fácil dar el salto a la movilidad eléctrica, y especialmente si pensamos en un eléctrico puro, cuando tenemos un segundo o tercer automóvil que cubra nuestras necesidades en las situaciones donde el eléctrico sea menos operativo o nos dé más vértigo. Siempre, lógicamente, que seamos un cliente propicio para tener eléctrico, porque sería también una mala decisión que uno de nuestros tres coches fuese eléctrico si no tenemos dónde cargar su batería.

De manera que, además del número de coches, habrá que saber cómo es nuestro entorno y nuestra vida o la de nuestra familia. Por ejemplo, residir en una vivienda unifamiliar o tener plaza de aparcamiento en un garaje que permita técnicamente instalar un punto de recarga es decisivo si el coche es eléctrico o híbrido enchufable, ambos premiados en España con la etiqueta Cero Emisiones de la DGT. Si no es así, dependeremos de factores externos, menos controlables, como recargas en estaciones públicas o en nuestro lugar de trabajo. Lo ideal es cargar la mayor parte de las veces en el punto donde duerme el coche, porque eso, además, es lo más económico. Esa es una regla de oro en los coches 100% eléctricos, ya que no disponer de cargador en el estacionamiento habitual puede salir bien alguna vez, pero acabará convirtiéndose en una fuente de problemas o de inmovilidad.

Si, por el contrario, compramos un híbrido enchufable, la tentación es pensar que ya no es tan necesario un punto de recarga en casa, cuando sí lo es. En efecto, un vehículo de este tipo puede funcionar perfectamente durante años sin una sola recarga eléctrica, propulsándose solo con la parte de combustión de su mecánica, pero entonces estaremos haciendo un uso inadecuado, para el que no fue pensado, consumiendo mucho más combustible del debido y contaminando demasiado, además de gastar más en nuestra movilidad que si cargamos con frecuencia la batería para que nuestros desplazamientos sean total o parcialmente eléctricos. Un ejemplo lo tenemos en los consumos medios que homologan esos coches, a veces inferiores a un litro cada 100 kilómetros porque se miden pensando en usos correctos, no en los incorrectos.

De ahí que muchas personas se refieran al consumo altísimo de los PHEV, y eso será cierto, sobre todo, cuando los usamos mal, porque nunca o casi nunca cargamos su batería, o en situaciones puntuales, como un largo viaje de vacaciones en el que casi todo el tiempo nos movemos con el motor de combustión. De ahí que sea tan importante en nuestro autoanálisis reflexionar sobre los tipos de desplazamiento que haremos, porque si los viajes largos representan solo una décima parte del kilometraje anual, por ejemplo, compensaremos ese mayor gasto en carretera con lo mucho que ahorraremos el resto del año (las nueve décimas partes restantes) usando el híbrido enchufable con gran protagonismo de la parte eléctrica.
 

Juanchoo

Forero Experto
(continuación)

¿Cuánto viajo y de dónde a dónde?

Todo esto puede sonar complicado, pero es que no hay dos usuarios iguales. Por eso no valen las fórmulas y las opiniones de quienes generalizan para el resto. Por ejemplo, suele decirse que un eléctrico no es buena opción para quien viaja mucho por carretera, pero incluso en ese caso podríamos responder que según y cómo. Es decir, si alguien viaja casi siempre por la misma ruta, o por las principales autovías del país, y tiene asegurada recarga eléctrica en origen y destino, un eléctrico puede ser tan válido como cualquier otro coche. Si acaso, la hipotética parada intermedia nos llevará algo más de tiempo y exigirá una mínima planificación, pero poco más. En cambio, si somos de viajar mucho y de variar mucho las rutas, o de explorar rincones del país, ojo con los eléctricos, porque la infraestructura todavía es pobre en España en general. Para esa situación, mejor un híbrido enchufable, si tenemos en casa un enchufe donde cargar y eso nos compensa durante el resto del año, o un híbrido convencional, ya sea un autorrecargable (HEV) o un híbrido suave (MHEV), ambos con etiqueta ambiental Eco de la DGT. Porque un híbrido convencional, al no ser enchufable, permite un uso idéntico al de cualquier coche tradicional de gasolina o diésel, pues solo debemos rellenar su depósito. Y esa es una solución perfecta para quien no tiene dónde recargar la batería o, incluso, para quienes, teniendo enchufe, prefieren una utilización más convencional, libre de preocupaciones.

En un país como España, donde prácticamente cuatro quintas partes de los ciudadanos residen en edificios en altura, no en unifamiliares, y donde el 70% de los vehículos duermen en la calle, parece que esos híbridos convencionales, no enchufables, son la solución recomendable para una mayor parte del público. Y ojo, porque también gastan muy poco, especialmente en ciudad o a baja velocidad, donde sus sistemas híbridos cargan constantemente la pequeña batería durante la macha para realizar pequeños usos eléctricos que quitan trabajo al motor de combustión y, por tanto, reducen el consumo. A cambio, tienen fama de gastar mucho en carretera y autovía, lo que tiene más de leyenda urbana que de realidad. O, al menos, no es un defecto generalizado, pues algunos híbridos, a ritmos legales, también gastan poco en los viajes largos. En el pasado no era así, pero todo evoluciona.

De hecho, ocurre algo parecido con los híbridos enchufables, que tienen fama de gastar mucho combustible cuando agotan sus baterías, y aunque eso puede ocurrir en algunos vehículos, normalmente de gran tamaño o con motor de combustión de alta potencia, también hay modelos PHEV que siguen consumiendo muy poco al agotar la batería. Y por un motivo esencial: son buenos híbridos, es decir, que cuando agotan su batería y ya no pueden funcionar como un eléctrico, empiezan a operar de forma muy eficiente como híbridos, generando electricidad sobre la marcha y reutilizándola de inmediato. Hay excelentes ejemplos en marcas como Ford, Hyundai, Kia o Renault, entre otras.


¿Somos disciplinados y pacientes?

Otro ejemplo de que la decisión entre eléctricos, híbridos enchufables e híbridos normales va más allá de nuestra capacidad económica, tipo de vivienda, necesidades de desplazamiento o número de vehículos en la casa tiene que ver con nuestra forma de ser y nuestra actitud en los viajes. Si somos de los que deseamos unir un punto A con un punto B en la menor cantidad de tiempo posible, puede que un eléctrico no sea la mejor idea. Por muchos caballos de potencia que tenga su mecánica. Porque, en ese caso, será mejor cualquiera de los híbridos, o incluso coches diésel o de gasolina, si podemos prescindir de la etiqueta Eco. Llegas a la estación de servicio, repostas en cuatro minutos, y continúas viaje. Y sin necesidad de reservar el surtidor mediante una app, algo que sí es recomendable al volante de un eléctrico.

En cambio, si podemos disponer de más tiempo o somos pacientes por naturaleza, el eléctrico puede cuadrarnos. Personas con muchas obligaciones o con trabajos intensos llevarán muy mal esas paradas de, como mínimo, 20, 30 o 40 minutos para recargar las baterías, cuando otros verán ese tiempo como ideal para estirar las piernas y tomar un café tranquilamente. Va en gustos, en formas de ser y en ritmos de vida.

Y otro tanto ocurre con nuestra disciplina o indisciplina cotidiana, o con nuestro afecto o desafecto hacia lo tecnológico. Si somos lo que habitualmente se llama un desastre, olvidamos muchos días poner a cargar el smartphone y solemos circular con el testigo de la reserva de combustible encendida, pasar al coche eléctrico podría salir mal, pues debemos ser más ordenados y metódicos: enchufarlo siempre que tengamos ocasión, conocer las estaciones de recarga de los itinerarios por donde circularemos, programar y reservar recargas para evitar esperas… Si no estamos dispuestos a hacer todo eso, quizás sería mejor conformarse con dar el salto a un híbrido enchufable, que nos introducirá de manera menos traumática en la movilidad eléctrica; o ser prácticos y comprar un híbrido convencional: ni cables, ni recargas, ni esperas… llenamos depósito, y listo. Y lo mismo podemos decir sobre las personas que odian las nuevas tecnologías y buscan un uso más convencional, porque utilizar un eléctrico, al menos hoy en día, requiere de una mínima agilidad en el uso aplicaciones móviles o para resolver situaciones que, sin duda, se producirán: puedes repostar combustible 300 veces seguidas sin problema alguno, pero hacer 10 recargas eléctricas consecutivas en España sin que ocurra algo anómalo es, al menos hoy, altamente improbable.

En resumen: no hay fórmulas fijas

Como pretendemos que estas líneas ayuden a tenerlo un poco más claro, y parecemos habernos esforzado en transmitir que todo es más complejo de lo imaginable, podríamos esbozar una especie de método para elegir bien. Porque elegir mal puede suponer una verdadera pesadilla, especialmente si compramos un eléctrico puro y no somos el cliente idóneo para esa tecnología. Si dudamos, quizás deberíamos esperar y electrificarnos en menor medida con algún tipo de híbrido.

En ese método que nosotros recomendamos, la primera pregunta es si realmente queremos o nos gustaría tener un eléctrico puro, porque si la respuesta es no o dudamos mucho, mejor abandonar la idea por ahora, incluso si las condiciones parecen propicias. No tiene nada de malo inclinarse por un híbrido normal, que es una solución muy eficiente, o por un híbrido enchufable, que bien usado lo es aún más y, de hecho, nos permite habituarnos al mundo del coche recargable sin tanto riesgo.

Si la respuesta es sí, porque queremos un eléctrico puro y nos apetece la experiencia, la siguiente pregunta es si esa tecnología se adapta a nuestro modo de vida.
Hay casos clarísimos en los que recomendamos seguir adelante, como personas que viven en unifamiliares o tienen garajes con punto de carga, y no hacen demasiados kilómetros diariamente; o realizan viajes largos de vez en cuando pero por las mismas zonas casi siempre, lo que les permitirá conocer muy bien la infraestructura próxima. Y eso es así incluso si el eléctrico será el único coche de la casa.

Pero si queremos un coche eléctrico pero no tenemos dónde cargarlo, mal asunto. La cosa puede funcionar bien una semana, e incluso un mes, pero la logística puede llegar a ser tan complicada que acabará fallando, y eso ocurrirá cuando peor nos venga. En esos casos, la recomendación pasa por un híbrido autorrecargable, pues ni siquiera un híbrido enchufable es lógico si no podemos cargar su batería con asiduidad. Y si queremos un coche eléctrico, tenemos dónde cargarlo a diario pero es nuestro único vehículo y solemos viajar por lugares más o menos remotos en nuestro tiempo de ocio, también el eléctrico puro puede ser una elección delicada, pues acabará restándonos movilidad. Al menos hasta que la red aumente y mejore, y haya más puntos ultrarrápidos. Para ellos, el híbrido enchufable parece buena solución.

Llegados a este punto, solo resta preguntarse por el precio, porque el consumidor puede haber concluido que su futuro coche debe ser eléctrico, pero estos no son precisamente baratos, incluso con las ayudas del farragoso Moves III. Y lo mismo sucede con los híbridos enchufables, que al llevar su mecánica duplicada (parte de combustión y parte eléctrica) también cuestan bastante. Ahí ya es cuestión de echar cuentas, y de comparar con el precio de un híbrido convencional, siempre inferior. Aunque los eléctricos juegan con la ventaja de su menor coste de mantenimiento, tanto por bajo consumo de energía como por sus escasas operaciones periódicas programadas, y también su menor depreciación con el paso del tiempo, de manera que podemos encontrar fórmulas de uso, como el renting, e incluso la suscripción, con mensualidades realmente atractivas.
 
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