Un amigo mío, durante un atardecer, se vio deslumbrado por el poderío lumínico de otro coche, en la curva cerrada de una carretera de montaña. Perdió la trayectoria y acabó cayendo por la ladera del monte, perdiendo el coche, por supuesto, y casi, casi la vida.... tuvo suerte y solo quedó en coma un par de meses, para volver a amanecer en una cuesta arriba, que aún a día de hoy, 20 años más tarde sigue tratando de remontar...
Hay veces en las que si el coche no está como tiene que estar, lo mismo no hay ni ocasión de andar lanzando unas rafaguitas, revientas la vida de un muchacho, de una familia y mientras te quedas tratando de convencerte de que aunque no te has parado, lo más seguro es que no haya pasado nada... porque los coches de ahora son todos muy seguros...
Pienso que a conducir se aprende conduciendo, cagándola y aprendiendo lo que se pueda de las cagadas ajenas (es como la vida misma...) ... hay que procurar evitar las grandes cagadas... al mismo precio, la de mi amigo le puede alcanzar a cualquiera de nuestros cercanos... un hijo, un padre, un hermano... corto, que creo que de sobra ya se ve el dibujo aún sin juntar todos los puntitos...